LUZ DEL DOMINGO
Domingo, 13 de septiembre de 2015
VIGESIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
VIGESIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera
lectura: Isaías 50, 5-10
Salmo responsorial: Salmo 114
Segunda lectura: Santiago 2, 14-18
Salmo responsorial: Salmo 114
Segunda lectura: Santiago 2, 14-18
EVANGELIO: Marcos 8, 27-35
“27Salió Jesús con sus discípulos para las aldeas de Cesarea de Filipo. En
el camino les hizo esta pregunta: -¿Quién dice la gente que soy yo? 28Ellos
le contestaron: -Juan Bautista; otros, Elías; otros, en cambio, uno de los
profetas. 29Entonces él les preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo? Intervino Pedro y le dijo: -Tú eres el Mesías. 30Pero él les
conminó a que no lo dijeran a nadie. 31Empezó a enseñarles que el
Hombre tenía que padecer mucho, ser rechazado por los senadores, los sumos
sacerdotes y los letrados, sufrir la muerte y, a los tres días, resucitar. 32Y
exponía el mensaje abiertamente. Entonces Pedro lo tomó consigo y empezó a
increparlo. 33El se volvió y, de cara a sus discípulos, increpó
a Pedro diciéndole: -¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque tu idea no es la de
Dios, sino la humana. 34Convocando a la multitud con sus discípulos,
les dijo: -Si uno quiere venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue
con su cruz y entonces me siga; 35porque el que quiera poner a
salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida
por causa mía y de la buena noticia, la pondrá a salvo.”
COMENTARIOS
I
EL HIJO DEL HOMBRE
Así
se identifica Jesús a sí mismo: el Hijo del Hombre, el Hombre. Como
todos los hijos de hombre, para todos los hijos de hombre. A muchos les parece
poco. Pero fue Dios el que quiso que su hijo, el hijo de Dios, fuera un hijo de
hombre: para que todos los hombres pudieran llegar a ser hijos de Dios.
UNA SORDERA PERSISTENTE
Entonces
preguntó: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Intervino Pedro y le dijo: -Tú
eres el Mesías. Pero él les conminó a que no dijeran nada a nadie.
Persistente
la sordera de Pedro y los discípulos. A pesar de la insistencia de Jesús,
siguen pensando que lo que se ha dicho siempre es lo único que
vale. Por eso Jesús les manda callar. No basta con que afirmen que Jesús es el
Mesías, porque, como se verá en seguida, el mesías de Pedro no es el Mesías de
Dios, sino el de los hombres.
En el mesías
tenían puesta su esperanza los patriotas israelitas para
alcanzar la liberación de su pueblo. Pero no era ése el mesías de Dios. Y no
porque a Dios no le importara la liberación de su pueblo: él había dejado claro
a lo largo de la historia que estaba en favor de la libertad de los hombres y
de los pueblos. Pero había llegado ya la hora de todos los hombres, de todos
los pueblos. Para los discípulos de Jesús, en cambio, la liberación que Dios
ofrecía de nuevo debía ser, creían, sólo para ellos. Todavía no habían
descubierto, ni ellos ni quienes compartían su mentalidad, que el proyecto de
Jesús es algo totalmente nuevo y que supone una ruptura radical con cualquier
actitud excluyente, y a pesar de que Jesús les ha limpiado ya
los oídos, siguen sin entender su mensaje. ¡No hay peor sordo que el que no
quiere oír!
EL CAMINO DEL MESÍAS
EL CAMINO DEL MESÍAS
Empezó a
enseñarles que el Hombre tenía que padecer mucho, ser rechazado por los
senadores, los sumos sacerdotes y los letrados, sufrir la muerte y, a los tres
días, resucitar... Entonces Pedro lo tomó consigo y empezó a increparlo.
Por eso a
Pedro le parece una barbaridad que Jesús diga que va a ser rechazado,
perseguido y llevado a la muerte por los dirigentes del pueblo, senadores,
sumos sacerdotes y letrados. No es ése el camino que debía seguir el mesías
según las tradiciones que ellos habían recibido; al contrario: el camino del
descendiente de David debía ser el del triunfo y la gloria para sí y para el
pueblo que Dios se había elegido en propiedad.
El hijo de
David (esperanza en un descendiente de David que devolvería a su nación el
antiguo esplendor) no deja sitio para el Hijo del Hombre. La mentalidad
nacionalista de los discípulos de Jesús excluye la idea de un Dios que no se
dedica a justificar el dominio de unos pueblos a otros, sino que ofrece a todos
la posibilidad de vivir como hermanos. Por eso Pedro no entiende otro camino
que el de la conquista del poder, el del éxito, el de la gloria humana y no
entiende que la muerte por amor no es una derrota, no es muerte definitiva. Por
eso el anuncio de la muerte suena tan fuerte y tan mal a sus oídos que le
impide escuchar las palabras que se refieren a la resurrección.
SATANÁS:
ENEMIGO DEL HOMBRE
El se
volvió, y de cara a sus discípulos, increpó a Pedro, diciéndole:
¡Quitare de
mi vista, Satanás! Porque tu idea no es la de Dios, sino la humana.
El amor por
«lo suyo» convierte a Pedro en enemigo del hombre (Satanás no aparece nunca
en la Biblia como el adversario de Dios, sino como el acusador, el
adversario o el enemigo del hombre). Y precisamente porque su «idea no es la
de Dios, sino la humana».
Parece una
contradicción: la idea de Dios es más favorable a los hombres que la idea de
los hombres mismos. Lo que Dios quiere para el hombre es mejor que lo que los
hombres esperan de él, mejor que lo que los hombres quieren para sus
semejantes. Pero a nadie debe resultarle extraño: basta ver la historia de la
humanidad para comprender que los hombres, dejados de la mano de
Dios (porque los hombres se han soltado, no porque Dios se haya
despreocupado de sus criaturas), no producen otra cosa que muerte y
destrucción.
SI UNO
QUIERE VENIRSE...
Convocando a
la multitud con sus discípulos, les dijo: Si uno quiere venirse conmigo, que
reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga; porque el que
quiera poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por
causa mía y de la buena noticia, la pondrá a salvo.
Por eso,
para que la vida sea posible en el mundo de los hombres, hay que romper con ese
mundo tan mal organizado que los hombres se han dado; por eso, para defender la
vida de verdad, no hay otro camino que el camino del Mesías: la entrega de la
propia vida por amor... y hasta la muerte, si es necesario, dispuestos a ser
considerados reos de muerte ("... que cargue con su cruz...") por los
que se empeñan en mantener un mundo en el que sólo unos pocos viven mientras
que los demás malviven. En medio de ese mundo en el que cada cual va a
lo suyo, intentar defender ante todo la propia vida
sólo lleva a la muerte; poner en práctica la Buena Noticia, eso es,
intentar construir un mundo en el que todos los hombres tengan la posibilidad
de ser felices, es la única garantía de una vida definitiva, que no se acaba
nunca.
Y, ¡ojo!, que no se trata de que
para conseguir la vida eterna haya que sufrir: que
Dios no nos pide sufrimientos para darnos como premio la vida eterna; lo
que Jesús nos dice de parte de Dios es que el egoísmo lleva a la muerte. Y que
sólo el amor es garantía de vida... aquí y luego.
II
v. 27 Salió Jesús con sus discípulos
para las aldeas de Cesarea de Filipo. En el camino les hizo esta pregunta: « ¿Quién
dice la gente que soy yo?».
Reaparece el
nombre de Jesús, que no se había mencionado desde 6,30, cuando la vuelta de los
enviados, lo que sitúa la narración en un terreno más cercano a la historia. La
escena se desarrolla en territorio pagano, donde los discípulos pueden estar
más libres de la presión ideológica de su sociedad, en particular de los
fariseos, y se plantea en ella la cuestión de la identidad de Jesús (4,41;
6,14-16). Las dos preguntas que Jesús hace a los discípulos corresponden a los
dos momentos de la curación del ciego (8,24.27). En primer lugar les pregunta
cuál es la opinión de la gente (los hombres) sobre su persona.
v. 28 Ellos
le contestaron: «Juan Bautista; otros, Elías; otros, en cambio, uno de los
profetas».
La gente
adicta al sistema judío sigue teniendo las mismas opiniones sobre Jesús que
aparecieron después del envío de los discípulos: lo identifica con figuras del
pasado (Juan Bautista, Elías, un profeta) (cf 6,14-16),
con personajes reformistas, pero cuyo mensaje no realiza la expectativa que el
pueblo ha ido acumulando a lo largo de su historia; la gente lo juzga
positivamente, pero lo que han aprendido del Mesías les impide identificarlo con
Jesús. Son gente adoctrinada por la institución judía y su opinión permanece
inmóvil. Las señales mesiánicas que Jesús ha dado en los episodios de los panes
no han tenido repercusión en ellos.
v. 29 Entonces
él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Respondió Pedro así
«Tú eres el Mesías».
La segunda
pregunta de Jesús, la decisiva, pretende averiguar si los discípulos continúan
aún en la misma mentalidad de «los hombres» o si han comprendido las señales.
Espera una respuesta distinta de la de la gente común. Pedro, por propia
iniciativa, se hace portavoz del grupo (cf. 1,36). Su respuesta es clara: Tú
eres el Mesías.
v. 30 Pero
él les conminó a que no lo dijeran a nadie.
Esta
declaración, sin embargo, no es aceptada por Jesús: el Mesías. Esta
palabra aparee con artículo determinado aludiendo al mesías de la expectación
popular nacionalista, en concreto la del «Mesías hijo de David» (cf. 12,35-37)
(recuérdese el título del evangelio, 1,1: «Jesús, Mesías Hijo de Dios»). Los
discípulos han sobrepasado la opinión popular sobre Jesús y comprenden que
inaugura una nueva época, la mesiánica, la del reinado de Dios, pero mezclan
ese conocimiento con la concepción mesiánica nacionalista; en realidad, a pesar
del esfuerzo de Jesús, no acaban de salir de «la aldea» (8,26). Por eso
Jesús les conmina, como había hecho con los espíritus inmundos
que lo habían reconocido como «el Consagrado por Dios» (1,24) o «el Hijo de
Dios» (3,12), títulos equivalentes al de Mesías. La declaración que ha hecho
Pedro es tan poco aceptable como aquéllas y Jesús no quiere que difundan esa
opinión sobre él, pues podría suscitar un entusiasmo mesiánico falso.
Mc pone de
relieve la resistencia de los discípulos (los Doce: seguidores procedentes del
judaísmo) al universalismo del mensaje (4,11: «el secreto del Reino»), debido a
su nacionalismo exclusivista. Es evidente el conflicto entre dos programas
mesiánicos: el de los discípulos y el de Jesús.
v.
31 Empezó a enseñarles que el Hijo del hombre tenía que padecer
mucho, siendo rechazado por los senadores, los sumos sacerdotes y los letrados
y sufriendo la muerte, y que, a los tres días, tenía que resucitar.
La frase empezó
a enseñarles (proponer el mensaje tomando pie del AT) queda completada
por la que sigue al dicho de Jesús: «exponía el mensaje abiertamente» (32). Son
las mismas que abrían y cerraban la enseñanza en parábolas a la multitud
(4,2.33). Esta enseñanza (por primera vez a ellos) muestra que su
incomprensión es tal, que se encuentran al nivel «de los de fuera» (4,11);
Jesús continúa la explicación que tuvo que darles después de aquel discurso
(4,34); hasta ahora, todos sus esfuerzos por hacerlos comprender han sido
vanos.
El contenido
del dicho de Jesús corresponde, por tanto, al «secreto del Reino» expuesto en
aquel discurso mediante las dos parábolas finales: en el plano individual, lo
que constituye al seguidor es la disposición a la entrega (4,26-29); en el
plano social, la nueva comunidad universal no tendrá rasgos de esplendor y
grandeza, pero ofrecerá acogida a todos los hombres que aspiren a la plenitud
(4,30-32). El éxito de la persona y del mensaje depende de la calidad de la
entrega.
Siendo
enseñanza, no se trata de dar mera información, sino de comunicar un saber que
el discípulo debe aplicar a su propia vida y conducta.
Para aclarar
a los discípulos la índole de su mesianismo, Jesús sustituye el término
«Mesías», perteneciente a la tradición judía, por el Hijo del
hombre, de alcance universal, cuyas características han sido ya
expuestas en el evangelio (2,10; 2,28): siendo portador del Espíritu de Dios
(1,10), posee la condición divina, cima del desarrollo humano; su misión,
ejercida con independencia de normas o leyes religiosas (2,28), es la de
comunicar vida a los hombres, liberándolos de su pasado pecador (2,3-13). Pero
la denominación «el Hijo del hombre», aunque designa primordialmente a Jesús,
el prototipo de Hombre, se aplica, por extensión, a los que de él reciben el
Espíritu y siguen su camino; el dicho siguiente implica, por tanto, que lo que
se afirma de Jesús afecta, en su medida, a todos sus seguidores.
Ahora bien,
el destino de «el Hijo del hombre», portador del Espíritu, que constituye su
ser e informa su actividad, tiene dos fases: padecer-morir y resucitar. Su
actividad en favor de los hombres, en particular de los más oprimidos por el
sistema religioso judío, suscita inevitablemente (tiene que) la
hostilidad de los círculos de poder de ese sistema, que se oponen al desarrollo
humano. Por eso ha de padecer mucho, frase que comprende desde el
rechazo inicial por parte de las autoridades (ser rechazado) hasta
su acto final (sufrir la muerte); las tres categorías que
componen el Sanedrín judío, senadores (poder
económico-político), sumos sacerdotes (poder
religioso-político), letrados (poder ideológico), considerarán
intolerable su actividad. Es la reacción inevitable de un sistema social
injusto al mensaje de Jesús. Pero la muerte del Hijo del hombre no será
definitiva: la vida indestructible del Espíritu triunfará sobre ella (al
tercer día resucitar, cf. Os 6,2).
v.
32 Y exponía el mensaje abiertamente. Entonces Pedro lo tomó
consigo y empezó a conminarle.
Les exponía
el mensaje, como antes a la multitud, pero abiertamente, sin
parábolas (4,33). La reacción es inmediata: Pedro, que se hace de nuevo
portavoz del grupo de discípulos (8,29), conmina a Jesús, como
antes éste había conminado al grupo (8,30), es decir, considera que su concepto
de Mesías rechazado y sujeto a la muerte es contrario al plan de Dios; lo
anunciado por Jesús significa para Pedro el fracaso de todas sus aspiraciones;
reafirma su idea de un Mesías poderoso y triunfador.
v. 33 El
se volvió y, de cara a sus discípulos, conminó a Pedro diciéndole: «
¡Ponte detrás de mí, Satanás!, porque tu idea no es la de Dios, sino la humana».
Jesús, de
cara a sus discípulos, a los que Pedro representa, conmina a su vez a
Pedro: lo identifica con Satanás, el tentador, el enemigo del hombre y de Dios
(1,13); la idea humana / de los hombres es la de la tradición
farisea y rabínica (7,8), la de los que «no ven ni oyen» (8,24.27), opuesta
a la de Dios. Se enfrentan dos mesianismos: el del Mesías Hijo
de Dios (1,1; 14,61s), que se entrega por la humanidad (1,9-11), y el del
Mesías hijo, sucesor de David (10,47.48; 12,35-37), victorioso y restaurador de
Israel. De nuevo se presenta a Jesús la tentación del poder dominador
(1,13.24.34; 3,11; 8,11), esta vez por parte de sus discípulos mismos.
Jesús pone en su sitio a Pedro (ponte
detrás de mí) porque el seguidor pretendía ser seguido por Jesús.
III
Cuando
los cristianos se propusieron la transformación del mundo esclavista, inhumano
y violento que había impuesto el imperio romano, no comenzaron su labor
apelando al hambre de la gente, ni a sus deseos de «acabar con los opresores
romanos», sino que apelaron a la conciencia. En efecto, los discursos que
prometen remediar el hambre, sólo son efectivos en la medida en que la
carencia, la desprotección y el abandono son vistos como injusticias. De lo
contrario, no pasan de ser una búsqueda de satisfacciones inmediatas y poco
duraderas. Lo mismo ocurre con el deseo de derrocar a los poderosos del imperio
y colocar allí a la gente del pueblo. Al poco tiempo, los líderes se llenan de
ambiciones y se convierten en tiranos implacables. La única alternativa que
queda y de la cual nos habla la carta de Santiago, es la frágil dignidad
humana. Si la comunidad no está dispuesta a transformar en su interior toda esa
realidad de muerte, miseria y marginación, es inútil que se proponga
transformarla afuera. La solidaridad de la comunidad no sólo es un camino para
remediar la injusticia en «pequeña escala», es una alternativa de vida. La
solidaridad de una comunidad nos permite descubrir que «otro mundo es posible»
y que el destino no está atado a la destrucción y la barbarie. La fe cristiana
no es tal si se contenta con mirar, desde la barrera, el circo en el que mueren
tantas personas inocentes.
El profeta
Isaías nos enseña que el camino de la justicia, de la misericordia y la
solidaridad no es un idílico sendero tapizado de rosas. La persona que opta por
la verdad y la equidad debe prepararse al rechazo más rotundo e, incluso, a una
muerte ignominiosa. Esto puede sonar un poco «patético», sin embargo, basta
leer cualquier página del evangelio para verificar que ésta es la realidad de
Jesús, su opción y su camino.
El camino a
Jerusalén estaba plagado de dificultades, incertidumbres y ambigüedades. Una de
ellas, era la incapacidad del grupo de discípulos para reconocer la identidad
de Jesús. Aunque él había demostrado a lo largo del camino que su interés no
era el poder, en todas sus variedades, sino el servicio, en todas sus
posibilidades, sin embargo, los seguidores se empeñaban en hacerse una imagen
triunfalista de su Maestro. Jesús, entonces, debe recurrir a duras palabras
para poner en evidencia la falta de visión de quienes lo seguían. Pedro, Juan y
Santiago, líderes del grupo de Galilea, siguen aferrados a la ideología del
caudillo nacionalista o del místico líder religioso y no descubren en Jesús al
«siervo sufriente» que anunció el profeta Isaías.
Este
episodio marca el centro del evangelio de Marcos y es el punto de quiebre en el
cual el camino de Jesús sorprende a sus seguidores. Ninguno está de acuerdo con
él, aunque él esté realizando la voluntad del Padre. En medio de esta crisis
del grupo de discípulos, Jesús decide continuar el camino y tratar de enderezar
la mentalidad de sus discípulos, torcida por las ideologías sectarias y
triunfalistas.
El anuncio
que Jesús hace de las dificultades que van a venir, la «Pasión», la «Cruz»,
debe ser tomada siempre como una consecuencia inevitable, no como algo
buscado... Jesús no buscó la Cruz, ni debemos buscarla nosotros... Véase el
amplio comentario al respecto que hemos hecho el pasado día 14, fiesta de la
«exaltación» de la Cruz.
Para la
revisión de vida
Hay
preguntas decisivas en la vida de todas las personas; incluso no darles una
respuesta clara y consciente es ya una manera de responder a esas preguntas.
Una de ellas es la que Jesús hizo en una ocasión a los suyos y, a través de
ellos, a toda la humanidad, incluidos nosotros. ¿Quién es Jesús para mí? Sólo
que esta pregunta tiene un grave riesgo: que la contestemos con la respuesta
aprendida de memoria en el catecismo infantil, en vez de contestar con el
corazón. La pregunta ‘¿Quién es Jesús?’ no podemos ponerla entre preguntas del
tipo ¿quién fue Napoleón, quién descubrió la penicilina o en qué año acaeció la
Revolución francesa?, sino que hemos de ponerla entre preguntas del tipo
¿quiénes son mis amigos, cuánto quiero yo a mi familia, qué estoy dispuesto a
hacer por aquellas personas al as que quiero? Consciente de todo esto, debo
preguntarme: ¿quién es Jesús para mí, qué significa en mi vida?
Para la
reunión de grupo
-
Muchas veces hemos entrado en la discusión de si lo importante es la fe o son
las obras. ¿No sería mejor ser consciente de que son las dos caras de una misma
moneda, que si bien es cierto que es la fe la que nos salva, como dice san
Pablo, también es cierto que una fe sin obras significa que no hay realmente
fe?
Después
de casi 500 años de separación y enfrentamiento hasta la excomunión y el cisma,
las Iglesias Católica y Luteranas han acordado una interpretación conjunta por
la que ambas opiniones son conciliables y las dos son verdaderas... ¿Qué
reflexiones nos plantea este hecho histórico, que incluye tantos
enfrentamientos, condenas, separación...?
-
La pregunta la podría hacer también Jesús hoy en nuestro círculo de estudio o
grupo de reflexión: ¿Quién dice la gente que soy yo? Respondamos a esa
pregunta. Y también nos haría Jesús su segunda pregunta: ¿y ustedes mismos,
quién dicen que soy yo? Compartamos también en el grupo la respuesta que cada
uno de nosotros le daría
Para la oración de los fieles
- Por
la Iglesia, para que anuncie de palabra y, sobre todo, con las obras, que Jesús
es el único Señor. Oremos.
- Por
todos los cristianos, para que seamos fieles a la llamada que hemos recibido
del Padre, aunque ello nos traiga las injurias e incomprensiones de la gente.
Oremos.
-
Por todos nosotros, para que nuestro seguimiento de Jesús sea el fruto de una
decisión personal, libre y responsable. Oremos.
-
Por todos los que sufren incomprensiones, persecución y calumnias a causa del
evangelio, para que se mantengan fieles en su misión y en su amor a todos.
Oremos.
-
Por esta comunidad nuestra, para que sepa ver y valorar siempre la vida y la
historia, las personas y las cosas con los ojos de Dios. Oremos.
Oración comunitaria
Escucha, Padre, nuestra
oración, abre nuestros oídos para que sepamos escuchar siempre las continuas
llamadas a la Justicia que Tú nos haces por medio de los pobres; abre
nuestros ojos para que sepamos ver la miseria y el dolor de nuestro mundo,
que nosotros tenemos que transformar en dignidad y esperanza; abre nuestros
corazones para que sepamos ver a todas las personas como a tus hijos,
nuestros hermanos y hermanas. Te lo pedimos por Jesucristo N.S.
Estos comentarios están
tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a
saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba. - Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba. - Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. - Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org - El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid. Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico |
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