LUZ DEL DOMINGO
Domingo, 11
de octubre de 2015
VIGESIMOOCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura: Sabiduría 7,
7-11
Salmo responsorial: Salmo 89
Segunda lectura: Hebreos 4, 12-13
EVANGELIO: Marcos 10, 17-30
"Cuando salía al camino, he aquí que un rico se le
acercó corriendo y, arrodillándose ante él, le preguntó: -Maestro insigne, ¿qué
tengo que hacer para heredar vida definitiva? Jesús
le contestó: -¿Por qué me llamas insigne a mí? Insigne como Dios, ninguno. Ya sabes
los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso
testimonio, no defraudes, sustenta a tu padre y a tu madre. Él le declaró: -Maestro, todo eso lo
he cumplido desde joven: Jesús se le quedó
mirando y le mostró su amor diciéndole: -Una cosa te falta: ve
a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres, que tendrás en Dios tu
riqueza; y anda, ven y sígueme. A estas palabras, el
otro frunció el ceño y se marchó entristecido, pues tenía muchas posesiones. Jesús, paseando la
mirada alrededor, dijo a sus discípulos: -¡Con qué dificultad
van a entrar en el reino de Dios los que tienen el dinero! Los discípulos
quedaron desconcertados ante estas palabras suyas. Jesús insistió: -Hijos, ¡qué difícil
es entrar en el reino de Dios para los que confían en la riqueza! Más
fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que no que entre un rico
en el reino de Dios. Ellos comentaban,
enormemente impresionados: -Entonces, ¿quién
puede subsistir? Jesús se les quedó
mirando y les dijo: -Humanamente,
imposible, pero no con Dios; porque con Dios todo es posible. Pedro empezó a
decirle: -Pues mira, nosotros
lo hemos dejado todo y te hemos venido siguiendo. Jesús declaró: -Os lo aseguro: No hay
ninguno que deje casa, hermanos o hermanas, madre o padre, hijos o tierras, por
causa mía y por causa de la buena noticia, que no reciba cien
veces más: ahora, en este tiempo, casas, hermanos
y hermanas, madres, hijos y tierras -entre
persecuciones- y, en la edad futura, vida definitiva."
COMENTARIOS
I
¿RICO Y CRISTIANO?
En cierta
ocasión, cuenta el evangelista Marcos , "se le acercó a Jesús un hombre
corriendo, se arrodilló y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué tengo que
hacer para heredar vida eterna?". Aquel hombre andaba preocupado por su
situación en el más allá, por su salvación, por la vida eterna.
"Jesús
le contestó: . . .Ya sabes los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no
robes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu
madre". De entrada llama la atención que Jesús se olvide de enumerar, como
condición para salvarse, los tres primeros mandamientos que se refieren a Dios,
quien al parecer se contenta con que andemos a bien con el prójimo. Para
salvarse sólo se requiere no cometer injusticia contra el prójimo, su vida, sus
bienes o su honor. Prójimo son también los padres a quienes hay que honrar,
expresión que equivale en la mentalidad bíblica a cuidarlos durante la vejez de
modo que no pasen calamidades.
Aquel
hombre, al oír la respuesta de Jesús, declaró: "Maestro, todo eso lo he
cumplido desde joven. A esto, Jesús se le quedó mirando, le tomó cariño y le
dijo: Una cosa te falta: vete a vender lo que tienes, dáselo a los pobres, que
Dios será tu riqueza; y anda, sígueme a mí". (Hoy, tal vez, Jesús no
invitaría a "vender y dar" sino a invertir y crear puestos de trabajo,
pues la limosna engendra por sistema miseria y humilla a quien la recibe). La
exigencia del Maestro le pareció excesiva a aquel hombre, que "a estas
palabras, frunció el ceño y se marchó entristecido, pues tenía muchas
posesiones". Era un buen judío, observante de los mandamientos de Dios.
Jesús lo había invitado a seguirlo, exigiéndole como condición indispensable
abandonar la riqueza, condición que los católicos hemos olvidado llenando
iglesias y altares de ricos y santos de las clases elevadas de la sociedad.
Al irse el
hombre rico, Jesús aprovechó la ocasión para abundar en el tema y comentó:
"¡Con qué dificultad van a entrar en el Reino de Dios los que tienen el
dinero!". "Reino de Dios" indica aquí al grupo de los seguidores
de Jesús que cumplen la primera bienaventuranza: "Dichosos los que eligen
ser pobres porque esos tienen a Dios por rey". Y añadió: "Más fácil
es que pase un camello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el
Reino de Dios". Dicho de otro modo, es prácticamente imposible que un rico
pueda ser seguidor de Jesús o verdadero cristiano. Así de claro y contundente
lo dijo el Maestro.
Ante la
clarividencia de estas palabras, los discípulos "comentaron completamente
desorientados: Entonces, ¿quién podrá subsistir?". La pregunta no versa
sobre quién podrá salvarse como traducen algunas biblias en uso, pues a esto se
había respondido ya diciendo que lo conseguiría quien guardase los
mandamientos. Se trata más bien de dar respuesta a un problema real: ¿Cómo
podrá subsistir el grupo de discípulos renunciando a la riqueza, al deseo de
acaparar y poseer? Jesús que comprendió el problema respondió:
"Humanamente, imposible, pero no con Dios, porque todo es posible con
Dios".
Humanamente
imposible no vivir centrado en el deseo de acaparar y poseer; sólo Dios puede
hacer nacer en el corazón el deseo de renunciar a la riqueza. De hecho, algunos
de los seguidores de Jesús ya lo habían hecho: "Pedro se puso a decirle:
Pues mira, nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Ahora con
estas palabras parece pedir algo a cambio.
"Jesús declaró: Os lo aseguro: No hay ninguno que
haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras,
por mí y por la buena noticia, que no reciba en este tiempo cien veces más
-casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras- y en la edad futura
vida eterna". Esta es la promesa de Jesús a sus seguidores: no echarán de
menos lo dejado por él. En la comunidad cristiana encontrarán mucho más de lo
que dejaron.
II
AHORA, EN ESTE TIEMPO
Ahora. Ahora
es cuando hay que realizar el reino de Dios. Ahora, en esta vida. El proyecto
de Jesús, el evangelio, tiene como objetivo que ahora, en este tiempo, reine la
justicia de Dios; lo demás, hasta la vida eterna, se nos dará por añadidura.
LA VIDA ETERNA
Mientras
salía de camino se le acercó uno corriendo y, arrodillándose ante él, le
preguntó: Maestro insigne, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida
definitiva?
Para
ir al cielo basta con ser personalmente honrado, con no ser injusto, con no
hacer daño a los demás; ni siquiera hace falta ser religioso. A la pregunta de
aquel hombre, Jesús le responde recordándole los mandamientos que se refieren a
la convivencia humana: «Ya sabes los mandamientos: no mates, no cometas
adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, sustenta a tu padre
y a tu madre»; respetar la vida, el amor, la justa propiedad, la fama ajena,
los derechos de cada cual, la dignidad de los padres... Ese es el camino para
ir al cielo. Si eso era lo único que interesaba al hombre aquel, podía haberse
ahorrado la pregunta: había tenido el mejor maestro, Dios, que dio al pueblo
los mandamientos para que por ellos obtuviera la vida.
Pero el
interés de Jesús era más cercano. El estaba preocupado, en primer lugar por
ese puñado de años que hay que vivir antes de que la vida se haga
definitivamente eterna, años que tan duros resultan a la mayoría de los
humanos. La misión que Dios le había encomendado no era enseñar a los hombres
el camino del cielo, sino mostrarles la manera de convertir la tierra en un
cielo, ofrecerles la posibilidad de gozar, ya en la etapa pasajera de la
existencia humana, del carácter definitivo de la vida. Por eso, a aquel hombre
que había sido honrado desde pequeño, Jesús le hace una oferta: «ven y
sígueme».
LA AGUJA Y EL CAMELLO
Pero para
seguir a Jesús hay que aceptar algunas exigencias. Para Jesús, que en esto
continúa la línea de los profetas del Antiguo Testamento, la causa de la
desgracia y el sufrimiento de los pobres y de los humillados está en los ricos
y poderosos. Dios no hace pobres a los pobres y ricos a los ricos; son los que
se enriquecen los que, al acumular lo que a otros les falta, empobrecen a la
mayoría (Is 3,14-15; 5,8; Am 2,6-7; 4,1; 5,7-12; Miq 2,1-2; 3,1-4; 6,9b-12;
véase comentario núm. 63). Es cierto que puede darse algún caso en el que la
riqueza se tenga sin haber cometido personalmente ninguna injusticia, por
herencia, por ejemplo; éste parece ser el caso del rico del evangelio. Dios no
va a negar a estas personas la vida definitiva; pero lo que es imposible es
que, manteniendo su situación, puedan ser seguidores de Jesús:
«Una cosa te
falta: ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres, que tendrás en
Dios tu riqueza, y anda, ven y sígueme.» Y la razón es ésta: Jesús, cuando invita
a alguien a unirse a él, lo está invitando a incorporarse a la tarea de
construir el reino de Dios, y el reino de Dios no es otra cosa que una nueva
manera de vivir según la idea que Dios tiene de lo que debe ser la convivencia
humana: convivencia basada en la justicia, en la igualdad, en el servicio por
amor... Y no se puede colaborar en un proyecto desde una situación que debe
desaparecer para que ese proyecto se cumpla; no se puede construir la justicia
desde la riqueza, que es efecto y causa de injusticias.
Por eso es
tan difícil que un rico entre en el reino de Dios. Según el evangelio, si sigue
siendo rico, es imposible: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios
para los que confían en la riqueza! Más fácil es que un camello pase por el ojo
de una aguja que no entre un rico en el reino de Dios.» No le demos más
vueltas, no hay agujas tan grandes: «La palabra de Dios es viva y enérgica, más
tajante que una espada de dos filos...» (Heb 4,12).
UN MUNDO DE HERMANOS
Cierto que, para entender esto, hay que tener muy
claro en qué consiste el reino de Dios. Los que están interesados en que las
cosas no cambien aquí abajo se han empeñado en identificar el reino de Dios con
«el cielo», mandándolo todo a la otra vida, a la otra historia, al otro mundo.
Pero, según el evangelio, el proyecto de Dios que Jesús nos da a conocer es,
primero, para este tiempo. El reino de Dios es, primero, este mundo organizado
según el plan de Dios. Jesús no vino a enseñarnos el camino del cielo, que ya
se conocía. El mensaje de Jesús no es un libro de moral para enseñarnos a ser
buenos individualmente, y siendo buenos, merecer la vida eterna. Jesús viene a
enseñarnos el método para hacer de este mundo un mundo feliz; Jesús viene a
enseñarnos a cambiar este mundo en un mundo de hermanos. La opción por la
pobreza o, lo que es lo mismo, la renuncia a la riqueza, no es una virtud con
la que conseguir méritos para el cielo; es una opción revolucionaria cuyo
objetivo es cambiar la situación de sufrimiento de los pobres y oprimidos de
la tierra por otra situación en la que nadie sufra, en la que a nadie le falte
nada: «No hay ninguno que deje casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos
o tierras, por causa mía y por causa de la Buena Noticia, que no reciba cien
veces más: ahora en este tiempo, casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y
tierras -entre persecuciones-, y en la edad futura, vida definitiva.» Lo que
Dios quiere no es que repartamos el sufrimiento, que compartamos la miseria,
sino que construyamos un mundo en el que todos gocen del amor (hermanos y
hermanas, madres, hijos) y de los bienes de la tierra (casas y tierras). Y
todos iguales, sin primeros ni últimos, sin padres (compárese la lista de las
personas a las que se renuncia y la de las que promete Jesús: en la segunda
lista falta el padre, símbolo del poder y la autoridad en este tiempo); con un
único Padre: el del cielo, que tan preocupado está por los problemas de la
tierra.
III
v.
19: «Ya sabes los mandamientos: no mates, no cometas
adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, sustenta
a tu padre y a tu madre».
De los diez
mandamientos, Jesús omite los tres primeros, que se refieren a Dios; le
recuerda solamente los éticos, los que se refieren al prójimo, que son
independientes de todo contexto religioso. Mc añade no defraudes, no
privar a otro de lo que se le debe. Son mandamientos negativos, que prohíben
cometer ciertas injusticias con el prójimo. En último lugar, invirtiendo el
orden, menciona el cuarto mandamiento (sustenta a tu padre y a tu
madre), insinuando con ello que la obligación para con la familia no
puede servir de pretexto para eximirse de la obligación para con la humanidad
en general. La condición mínima para superar la muerte es, pues, no ser
personalmente injusto con los demás.
v. 20: Él le declaró: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven».
El hombre
declara que siempre ha sido fiel a esos mandamientos. Esto hace ver que Mc
describe aquí una figura ideal, el perfecto judío, para crear el contraste con
las exigencias del mensaje de Jesús.
v.
21: Jesús se le quedó mirando y le mostró su amor diciéndole:
«Una cosa te falta: ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres, que
tendrás en Dios tu riqueza; y anda, ven y sígueme».
Jesús le
demostró su amor invitándolo a seguirlo incorporándose al grupo de
discípulos, y le expone la condición que tiene que cumplir. Una cosa te
falta: el hombre está preocupado por el más allá, pero eso no basta
para su desarrollo como persona; éste se obtiene siguiendo la línea de Jesús,
haciéndose último y servidor de todos (9,35), y para ello tiene que
abandonar sus muchas posesiones. Así contribuirá a crear en
este mundo una sociedad nueva (el reino de Dios) donde reine la justicia y el
ser humano encuentre su plenitud.
De hecho, aunque
personalmente no es injusto, este hombre está implicado, por su riqueza, en la
injusticia de la sociedad. La ética propuesta en los mandamientos de Moisés no
elimina la desigualdad ni lleva a una sociedad verdaderamente justa.
Es
condición, por tanto, para todo seguidor tomar la decisión de eliminar, en
cuanto esté de su parte, la injusticia. Para ello ha de renunciar a la
acumulación de bienes (todo lo que tienes), que crea la
pobreza de otros, la desigualdad y la dependencia humillante; darlo a
los pobres repara a nivel personal esa injusticia.
Por otra
parte, la acumulación de bienes proporciona una seguridad en el plano material,
pero, al ser injusta, impide el desarrollo humano; la verdadera riqueza y la
seguridad definitiva se encuentran sólo en Dios (Dios será tu
tesoro, alusión a 10,14: «Dios reina sobre ellos»), que actúa a través
de la solidaridad y el amor mutuo de la comunidad de Jesús, y garantiza el
desarrollo personal.
v. 22: A
estas palabras, el otro frunció el ceño y se marchó entristecido, pues tenía
muchas posesiones.
El hombre,
por su apego a la riqueza, no asiente a la invitación de Jesús. Su amor a los
demás es relativo, no llega al nivel necesario para un cristiano. No está
dispuesto a trabajar por un cambio social, por una sociedad justa; la antigua
le basta. Prefiere el dinero al bien del hombre.
v. 23: Jesús,
paseando la mirada alrededor, dijo a sus discípulos: «¡ Con qué dificultad van
a entrar en el Reino de Dios los que tienen el dinero!»
Jesús resume
lo sucedido con el rico y resalta el obstáculo que constituye la riqueza para
formar parte del Reino, es decir, de la sociedad nueva. Aquí aparece la
diferencia entre la «vida definitiva» a que aspiraba el rico y que puede
alcanzar si evita la injusticia, y «el reino de Dios», en el cual no entra y
que no puede referirse en concreto más que a la comunidad de Jesús.
vv.
24-25: Los discípulos quedaron desconcertados ante estas palabras
suyas. Jesús insistió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios para
los que confían en la riqueza! Más fácil es que un camello pase por el ojo de
una aguja que no que entre un rico en el Reino de Dios».
Las palabras
de Jesús siembran el desconcierto entre los discípulos: ellos piensan que en el
reino de Dios (la nueva sociedad) continúan existiendo la riqueza individual y
la dependencia que ésta crea.
Jesús no se
retracta, sino que insiste en la misma idea (para los que confían en la
riqueza, frase muy bien atestiguada y requerida por el v. 25); añade
un matiz: el rico no sólo tiene riquezas, sino que confía en ellas, cree que
son el único medio de asegurar la propia existencia. Con una frase
hiperbólica (más fácil es que un camello pase...) acentúa la
práctica imposibilidad de que un rico renuncie a la seguridad que le da su
riqueza para contribuir a la creación de una sociedad nueva (el reino de
Dios).
v.
26: Ellos comentaban, enormemente impresionados: «Entonces,
¿quién puede subsistir?»
Los
discípulos no se explican la exigencia de Jesús; se preguntan si es posible la
subsistencia del grupo sin el apoyo de la riqueza material de algunos de sus
miembros (subsistir, gr. sôthênai, escapar de
un peligro, aquí el de la indigencia; vse. en 8,35 los dos sentidos de «salvar
su vida»).
v. 27: Jesús
se les quedó mirando y les dijo: «Humanamente, imposible, pero no con Dios;
porque con Dios todo es posible».
Jesús les da
la solución: ellos miran la cuestión desde el punto de vista puramente humano y
la juzgan según la experiencia de su sociedad: en ese planteamiento no hay más
solución que la riqueza para el problema de la subsistencia. Pero ésta es
también posible de otro modo alternativo: con la solidaridad que produce el
reinado de Dios.
v. 28: Pedro
empezó a decirle: «Pues mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos venido
siguiendo».
Pedro se
hace portavoz del grupo; no se conforma con el principio enunciado por Jesús;
quiere saber qué les va a tocar a ellos. Atribuye al grupo dos méritos: haberlo
dejado todo, que responde a la verdad (1,18.20) y haber seguido siempre a
Jesús, que, como se ha ido viendo a lo largo de los episodios precedentes, no
responde a la verdad: acompañan a Jesús materialmente, pero las actitudes del
grupo están muy lejos de las de él (8,32; 9,10.32.34; 10,13).
vv.
29-30: Jesús declaró: «Os lo aseguro: No hay ninguno que deje casa, hermanos
o hermanas, madre o padre, hijos o tierras, por causa mía y por causa de la
buena noticia, que no reciba cien veces más: ahora, en este tiempo, casas, hermanos
y hermanas, madres, hijos y tierras -entre persecuciones - y, en la edad
futura, vida definitiva».
Por eso, la respuesta de Jesús no se refiere en
particular al grupo de discípulos (seguidores procedentes del judaísmo), sino a
cualquier seguidor que lo abandone todo para manifestar su adhesión a él y dedicarse
a la propagación del mensaje. En el Reino o sociedad nueva no habrá miseria,
sino afecto y abundancia para todos, pero sin desigualdad ni dominio; en
efecto, comparando las dos enumeraciones que hace Jesús, la de lo que el
seguidor deja y la de lo que encuentra, se advierte que en la segunda se omite
la mención del padre, figura de la autoridad. Como se trata de la etapa terrena
del Reino, todo eso se verificará en medio de la hostilidad de la
sociedad (entre persecuciones); y esos seguidores, por
supuesto, heredarán la vida definitiva.
IV
La primera lectura, tomada del libro de la
Sabiduría, expresa la preferencia de la Sabiduría frente a todos los bienes de
la tierra. El sabio pone en la plegaria de Salomón la superioridad de los
valores espirituales sobre los materiales, supeditándolos todos al don de la
sabiduría y la prudencia para el gobierno de su pueblo.
En el texto de la carta a los hebreos, el autor, al
describir la fuerza transformadora de la Palabra de Dios, se hace eco de hondas
raíces veterotestamentarias. En efecto, ya Isaías 42,9 había comparado la
Palabra de Dios con la espada, y Jeremías la había presentado como una realidad
operante por sí misma. ( Jer 23,29).
La íntima acción salvadora de la Palabra en la persona
oyente es descrita en el texto diciendo que es “penetrante hasta el punto donde
se dividen alma y espíritu”. Allí, en el santuario de la intimidad del corazón
de la persona, de la comunidad oyente activa de esa voz salvadora que le
muestra caminos de liberación, allí, donde reside la voluntad y la decisión de
aceptarla o de rechazarla, donde anida lo más denso del ser humano: sus
intereses, sus afectos, su libertad, es hasta donde la Palabra llega cuestionante,
incisiva, liberadora, transformante. Por eso, el autor de la carta coloca
intencionadamente las palabras “corazón, deseos, intenciones”, como abarcando
en estas categorías la integralidad humana. Dios y su Palabra, “más íntimo que
yo mismo” en expresión de San Agustín, conoce hasta los secretos más recónditos
del corazón. El más absoluto misterio humano está patente ante sus ojos. Por
eso, la Palabra es juez densamente imparcial, que conoce amando lo que ocurre
en la conducta humana y en el corazón de hombres y mujeres.
La imagen del camino es central en el evangelio de
Marcos (cf Mc 10, 17). Estamos ante el tema del seguimiento de Jesús. En ese
sentido va la pregunta de aquel que únicamente Mateo llama "el joven
rico" (19, 22); para Marcos (y Lucas) parece tratarse más bien de una
persona mayor que pregunta: ¿cómo heredar la vida? (cf Mc 10,17). Jesús
comienza por remitir a Dios; su bondad está al inicio de todo. Esto equivale a
resumir la primera tabla de los mandamientos. En seguida enuncia explícitamente
los correspondientes a la segunda tabla, con un añadido importante (que sólo se
encuentra en Marcos): "no seas injusto" (v. 19). La frase es algo así
como un sumario del listado que se recuerda. Se trata de la condición mínima
que se plantea al creyente. Con sencillez el rico dice que todo eso lo ha
observado (cf v. 20), no hay nada de arrogante en esta afirmación. Esa era la
convicción de los sabios de la época: la ley puede ser cumplida plenamente.
Pero seguir a Jesús es algo más exigente. Con afecto
lo invita Jesús a ser uno de los suyos. No sólo debe abandonar la riqueza, hay
que entregarla a los pobres, a los necesitados. Esto lo pondrá en condiciones
de seguirlo (cf v. 21). No basta respetar la justicia en nuestras actitudes
personales, hay que ir a la raíz del mal, al fundamento de la injusticia: el
ansia de acumular riqueza. Pero, dejar sus posesiones, le resultó una exigencia
muy dura al preguntante; como muchos de nosotros prefirió una vida creyente
resignada a una cómoda mediocridad (cf v. 22). «Creer sí, pero no tanto».
Profesar la fe en Dios, aunque negándonos a poner en práctica su voluntad.
Jesús aprovecha la ocasión para poner las cosas en claro con sus discípulos: el
apego al dinero y al poder que él otorga es una dificultad mayor para entrar en
el Reino (cf v. 23). La comparación que sigue es severa; algunos han querido
suavizarla, pretendiendo -por ejemplo- que había en la ciudad unas puertas
pequeñas llamadas "agujas"... Bastaba entonces al camello agacharse
para poder entrar por el ojo de la aguja...
Los discípulos, en cambio, entendieron bien el
mensaje. El asunto se les presenta poco menos que imposible. Pasar por el ojo
de la aguja significa poner su confianza en Dios y no en las riquezas. No es
fácil ni personalmente ni como Iglesia aceptar este planteamiento, siguiendo a
los discípulos nos preguntamos -con pretendido realismo-: “entonces, ¿quién se
podrá salvar?" (cf v. 26). El dinero da seguridad, nos permite ser
eficaces, decimos. El Señor recuerda que nuestra capacidad de creer solamente
en Dios es una gracia (cf v. 27).
Como comunidad de discípulos, como Iglesia, debemos
renunciar a la seguridad que da el dinero y el poder. Eso es tener el
"espíritu de sabiduría" (Sab 7,7), aceptar que ella sea nuestra luz
(cf v. 10). A la sabiduría nos lleva la palabra de Dios, cuyo filo corta
nuestras ataduras a todo prestigio mundano. Ante ella nada queda oculto, todas
nuestras complicidades aparecen con claridad (cf Heb 4,12-13). Como creyentes,
como Iglesia, ¿seremos capaces de pasar por el ojo de una aguja?
Una lectura ecológica del evangelio de hoy
El mundo, la humanidad, se encuentra hoy, también,
ante el desafío de tener pasar «por el ojo de una aguja» si quiere conseguir...
no ya la vida eterna celestial, sino simplemente la supervivencia terrestre.
Es un «ojo de aguja» nuevo. Nunca nos habíamos visto
en esta situación. Siempre, desde siempre -es decir, desde hace varios millones
de años, desde que el homo et mulier sapientes son lo que son-, el ser humano
percibió la tierra como ilimitada, inagotable, cuasi infinita, capaz de
absorber impasible nuestro proyecto de desarrollo continuo, infinito.
Pero hace sólo cinco siglos (Magallanes, 1522) se dio
cuenta de que la tierra no era una superficie plana infinita, sino una
superficie esférica, cerrada sobre sí misma, y por tanto, limitada. Y ha sido
sólo al final del pasado siglo XX cuando ha descubierto que su proyecto humano
de desarrollo podría topar con los límites de la Tierra. Así lo proclamó
proféticamente, en solitario, el famoso libro del Club de Roma «Los límites del
crecimiento», 1972, que no fue escuchado. Pero su profecía fue confirmada y
ratificada al filo del cambio del siglo («Más allá de los límites del
crecimiento», 1992), al denunciar que estábamos en peligro de sobrepasarnos
(«overshot») más allá de la capacidad del planeta para absorber y regenerar los
recursos que consumimos. Ese peligro ya se hizo realidad oficialmente el 23 de
septiembre de 2008: los científicos que siguen el estado del Planeta,
especialmente la Global Foot Print Network han hablado del «Día del
sobrepasamiento», el «Earth Overshoot Day», día en el que calculan que hemos
sobrepasado en un 30% su capacidad de reposición de los recursos necesarios
para las demandas humanas. En este momento necesitamos más de una Tierra para
atender a nuestra subsistencia...
El Informe de Desarrollo Humano del PNUD 2007-2008
confirmó la denuncia, y, de otra manera y con otros datos, confirmó que si toda
la humanidad adoptara un nivel de vida como el de EEUU o Europa, necesitaríamos
9 planetas (pág. 48 de la edición en español).
Despidámonos pues de la «vida eterna» para la
Humanidad. El planeta seguirá, sí, pues ha pasado crisis semejantes, pero
seguirá... sin nosotros. Ésta en la que estamos ya hace tiempo es la «sexta
extinción». La anterior, la quinta, hace 65 millones de años, por efecto de un
meteorito según las actuales hipótesis, causó la desaparición de los
dinosaurios. La sexta, la presente, actualmente en curso acelerado, está
causada por una especie biológica concreta, la única que ha llegado a
convertirse en fuerza geológica, y parece que va a ser profunda, y que se
llevará consigo a dos tercios de las especies actuales (entre ellas la
causante). Nada de «vida eterna», pues, sino la condena a «una muerte anunciada»,
y con inminencia.
Pero... «sólo una cosa tienes que hacer si quieres
todavía alcanzar»... una prolongación de la vida: abandona el «sistema» que te
lleva a la muerte, centrado obsesivamente en el enriquecimiento material, ciego
a los costes ecológicos, y pasa a adoptar un nuevo estilo de vida, un nuevo
paradigma, una nueva forma de mirar al planeta, comprendiendo que eres Tierra y
dependes de ella, y que en vez de vivir de espaldas a ella y en guerra contra
ella, debes vivir en amistad y en relación cariñosa y simbiótica con ella.
El tema sería mucho más largo, porque es también muy
hondo. Es mucho más que el tema del “cuidado” para con la naturaleza... Es eso,
sí, pero es mucho más. La Agenda Latinoamericana’2010 ya disponible en unos
veinte países (latinoamericana.org) plantea la necesidad de afrontar a fondo el
tema de nuestra «conversión ecológica», y el de la «re-conversión ecológica»
del cristianismo (incluida nuestra teología, nuestras creencias y nuestra
espiritualidad). Todos los cristianos/as deberíamos insistir en nuestras
comunidades en tocar, en hacer presente, en estudiar este tema, el tema
«planetariamente más urgente»... La Agenda Latinoamericana’2010 ofrece también
sugerencias para organizar grupos de estudio, materiales para la educación popular,
textos y reflexiones para organizar en nuestras comunidades una reflexión
profunda sobre el tema: http://latinoamericana.org/2010/info
Para la revisión de vida
Aunque creamos en la Providencia, Dios nos ha
encomendado procurarnos la materialidad de nuestra vida y debemos preocuparnos
por todo lo económico. ¿Qué lugar ocupa el dinero en el "ranking" de
mis valores y preocupaciones? ¿Un lugar adecuado, sometido a los valores?
Para la reunión de grupo
Comentar/discernir sobre la propuesta de lectura ecológica
que se propone para este evangelio en el comentario bíblico-pastoral. ¿Está
fundamentada la propuesta? ¿Qué aplicaciones tiene en nuestro contexto social?
¿Qué podemos/debemos hacer en nuestra comunidad cristiana?
Leer el libro de Tim FLANNERY, «El clima está en
nuestras manos», de Taurus, colección menor, México y Madrid 2007, 291 pp.
Absolutamente convincente. Encarecidamente recomendable. Comprar un ejemplar en
el grupo y pasarlo de mano en mano, y organizar al final un ciclo de reuniones
para tomar decisiones en los planos personales, comunitarias, barriales,
sociales...
"¡Qué difícilmente entrarán los ricos en el Reino
de Dios!". ¿Captan los ricos ese mensaje en la Iglesia oficial, como
conjunto? A pesar de las críticas al "capitalismo salvaje", de hecho,
en el nivel de la práctica, el capitalismo occidental se siente enjuiciado por
la Iglesia o más bien apoyado? ¿Por qué? ¿En qué? Sea cual sea la respuesta,
¿qué corresponde hacer?
"Vende todo lo que tienes, repártelo entre los
pobres... ven y sígueme". Si esto no se hace materialmente, ¿cómo puede
realizarlo de alguna manera un creyente que desee ser radical con el evangelio?
"El camello que no entra / por el ojo de una
aguja/ entra en cualquier catedral" (Pedro Casaldáliga). Comentar.
Para la oración de los fieles
Por la Iglesia, para que dé testimonio del
desprendimiento generoso que todos desean ver en ella, roguemos al Señor.
Para que comprendamos que el mensaje del evangelio de
hoy no es para algunos "profesionales de la santidad" sino para todos
los cristianos, y que todos debemos dar al dinero el lugar que le corresponde
en nuestra vida...
Para que no falten también entre los cristianos
figuras emblemáticas que testimonien y nos recuerden a todos la urgencia de
cambiar nuestro actual sistema de civilización en favor de un sistema
sostenible, no enemigo de la naturaleza...
Por los religiosos y religiosas, para que afronten la
grave falta actual de vocaciones a la vida religiosa como un mensaje, una
interpelación que algo o alguien o la sociedad o Dios mismo les está
haciendo...
Por tantos hombres y mujeres que viven la pobreza de
un modo obligado, tratando sólo de salir de ella, sin hacer opción por luchar
por la transformación del mundo y por la superación de la situación de
exclusión actual de los pobres...
Por los que utilizan el argumento del desprendimiento
espiritual respecto de las riquezas como el pretexto para acallar su conciencia
ante lo crecido de sus riquezas, para que entiendan que Dios no quiere de
nosotros sólo desprendimientos interiores sino actitudes exteriormente
comprobables...
Oración comunitaria
Oh Dios, Padre nuestro, que nos has hecho
responsables del sustento de nuestra propia vida y de la de nuestros hijos.
Ayúdanos a tener una sana relación con lo económico, que evite tanto un
romanticismo idealista o espiritualista, como el materialismo romo y sin
ideales. Y líbranos sobre todo de poner lo económico por encima de la justicia
y del amor. Por Jesucristo N.S.
Oh Dios que a través de los avances científicos
actuales nos «revelas» de forma nueva la divinidad del cosmos y de la Tierra,
así como lo descaminado de nuestro modelo actual de civilización... Abre
nuestras mentes a la captación de esta nueva «revelación», y haznos sentir
experiencialmente la «divinidad», el carácter divino de la realidad. Con Jesús
de Nazaret y todos tus testigos. Amén.
Estos comentarios están tomados de diversos
libros, editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones
El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el
hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario.
Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario.
Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura
comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional
Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
bien
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