LUZ DEL DOMINGO
Domingo, 18 de octubre de 2015
VIGESIMONOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO B
VIGESIMONOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO B
Primera lectura: Isaías 53,
10-19
Salmo responsorial: Salmo 32
Segunda lectura: Hebreos 4, 14-16
Salmo responsorial: Salmo 32
Segunda lectura: Hebreos 4, 14-16
EVANGELIO: Marcos 10, 35-45
“ 35Se
le acercaron los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: -Maestro,
queremos que lo que te pidamos lo hagas por nosotros. 36Él les
preguntó: -¿Qué queréis que haga por vosotros? 37Le contestaron
ellos: -Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda el día
de tu gloria. 38Jesús les replicó: -No sabéis lo que pedís; ¿sois
capaces de pasar el trago que yo voy a pasar, o de dejaros sumergir por las
aguas que me van a sumergir a mí? 39Le contestaron: -Sí, lo somos.
Jesús les dijo: -El trago que voy a pasar yo, lo pasaréis, y las aguas que me
van a sumergir a mi os sumergirán a vosotros; 40pero el
sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano concederlo más que a
aquellos a quienes esté destinado. 41Al oírlo, los otros diez dieron
rienda suelta a su indignación contra Santiago y Juan. 42Jesús los
convocó y les dijo: -Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las
dominan, y que sus grandes les imponen su autoridad. 43No ha de ser
así entre vosotros; al contrario, entre vosotros, el que quiera hacerse grande
ha de ser servidor vuestro, 44y el que quiera ser primero, ha
de ser siervo de todos; 45porque tampoco el Hombre ha venido
para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.”
COMENTARIOS
I
¿QUIÉN
MANDA?
Las cosas no
le iban demasiado bien al Maestro nazareno. Se acercaba a Jerusalén, sede del
gobierno civil y religioso del país, y la tensión había aumentado por
instantes. No hacía falta ser profeta para adivinarlo. Se volvió a sus
discípulos que lo seguían llenos de miedo -tal vez ellos también lo
sospechaban, pero no habían podido hacer desistir al Maestro de su propósito de
continuar viaje- y les dijo: "Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y este
Hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y letrados: lo condenarán a
muerte y lo entregarán a los paganos, se burlarán de él, le escupirán, lo
azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará".
Sombrío
panorama con final feliz, pero ¿creíble en aquellas circunstancias? Mal trago
le esperaba a Jesús, y consiguientemente a su grupo. Pero yo no sé qué es lo
que pasa que siempre hay algún distraído que no se entera, o algún testarudo
que no quiere darse por enterado.
En
aquella ocasión le tocó el turno a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan
quienes se acercaron a Jesús y le dijeron: "Maestro... concédenos
sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda el día de tu gloria".
Si habían
oído lo que Jesús les venía diciendo por el camino, no debieron tomarse
demasiado en serio la petición. Jesús hablaba del asesinato que los jefes del
país iban a perpetrar en él, y ellos, de gloria y poder, de primeros puestos
-derecha o izquierda-, ministros de un reino equiparable a cualquiera de los
reinos de la época, verdaderas dictaduras o tiranías.
De modo fino
y elegante, Jesús los invitó a seguirlo hasta la muerte, animándolos a no
preocuparse de ocupar primeros puesto, cuya concesión, al parecer, no dependía
de él: "El trago que voy a pasar yo, lo pasaréis y en las aguas en que me
voy a sumergir yo, os sumergiréis, pero el sentarse a mi derecha o a mi
izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado".
Ante estas
palabras de Jesús no sabemos cómo reaccionaron aquellos dos discípulos. El
evangelista, por el contrario, cuenta la reacción indignada contra ellos de los
otros diez, igualmente deseosos de poder que los dos en cuestión. Lo que hizo
merecer al grupo una amonestación de Jesús en estos términos: "Sabéis que
los que figuran como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los
oprimen..." ¡Qué real es todo esto! Al pueblo se le consulta, se le
arranca un voto a cambio de promesas, se le utiliza como trampolín o palanca
para el acceso al poder. Después se le olvida, se le posterga, se le ofende, se
le desespera, se le margina.
Y Jesús
añadió: "Pero no ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que quiera
subir, sea vuestro servidor y el que quiera ser el primero, sea esclavo de
todos, porque tampoco este Hombre ha venido para que le sirvan, sino para
servir y para dar su vida en rescate por todos".
Hoy más que
nunca necesitamos líderes al servicio del pueblo, que es el único modo de
ejercer el poder con dignidad; políticos o eclesiásticos que se coloquen en la
cola de la sociedad para empujar a los pobres hacia arriba, que se echen a los
hombros la difícil tarea de caminar hacia la muerte para hacer el milagro de
que el pueblo recupere la vida, la ilusión y la esperanza, y se acabe esa
cadena sin fin de poderosos cuya fuerza es la usurpación del poder del pueblo.
Porque en política y en religión y en vida sólo manda con autoridad quien sirve
al pueblo sin condiciones.
II
NI AMOS NI
SUBDITOS
Una
sociedad sin amos ni esclavos, sin jefes ni súbditos Así debe ser la Iglesia,
la comunidad de los seguidores de Jesús Y con vocación de que la humanidad
entera llegue a ser así. Y no por la
fuerza ni a través de un partido «cristiano», sino por la fuerza de la propia
entrega. Ni amos ni súbditos: hermanos
NO SABÉIS LO
QUE PEDÍS
La enseñanza de Jesús contiene siempre, implícita o
explícitamente, un determinado análisis de la realidad en el que se descubren
las causas del mal que hay en el mundo, las causas de los sufrimientos de los
pobres. De acuerdo con ese análisis, Jesús indica qué hay que hacer para
superarlas y avanzar hacia la conquista de la felicidad para los seres humanos.
Una de esas
causas es, según el evangelio, la relación de poder y sometimiento que, al
organizar la convivencia, los hombres hemos establecido entre nosotros: unos
mandan, otros obedecen; unos dominan, la mayoría es dominada; unos pocos
pueden, de hecho, no sólo de derecho, ser libres; los más, de una u otra
manera, esclavos... «Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las
dominan y que sus grandes les imponen su autoridad.» Y como el obedecer, el ser
dominado y el vivir como esclavo no hace feliz a nadie, todos buscan el modo de
salir de esa situación haciéndose obedecer, dominando y esclavizando a cuantos
sea posible. De esa manera, la historia de cada persona se convierte en un
permanente y desesperado intento por sobrevivir bajo el peso de la opresión o
en la lucha por el poder, disputándoselo al que lo tiene o al que lo busca.
Este análisis, evidente en tiempos de Jesús, sigue siendo válido hoy incluso en
las sociedades democráticas, en las que el ejercicio del
poder es teóricamente controlado por los ciudadanos; pues, prescindiendo de
que ese control sea o no realmente eficaz, precisamente estas sociedades
democráticas esclavizan y dominan política, militar o, con más frecuencia,
económicamente a los pueblos más pobres.
NO HA DE SER
ASÍ
Se
le acercaron los dos hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
-Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda el día de tu
gloria. Jesús les replicó: -No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de pasar el
trago que yo voy a pasar o de dejaros sumergir por las aguas que me van a
sumergir a mí?
Los
discípulos de Jesús, como hemos visto en domingos anteriores, también son
esclavos de la ideología que impone el poder. Dos de ellos pretenden obtener su
parte de felicidad. Ellos pensaban todavía que Jesús sería un día rey de
Israel. Y le piden los dos cargos más importantes de su reino. Naturalmente,
sus compañeros se irritan: todos querían los dos mejores puestos.
Jesús está dispuesto a hacer cualquier cosa por los
suyos, hasta dar la vida. Pero pedirle a Jesús el poder o que conceda a alguno
de sus seguidores algún privilegio sobre los demás es no saber qué se está
pidiendo. Equivale a pedirle que no sea fiel a su mensaje, que trunque el
proyecto que ha venido a poner en marcha.
Jesús no se
limita a decirles que él no va a ser rey político de Israel. Ya les ha
anunciado por tres veces que su camino pasa, si, por Jerusalén; pero que lo que
allí encontrará será el conflicto, la persecución y la muerte a manos de las
autoridades políticas y religiosas de su país. Jesús va más allá y ofrece a
todos una enseñanza fundamental acerca de cómo deben organizarse sus
seguidores: el modelo de convivencia que se estructura alrededor del poder y de
la imposición de la autoridad no es válido para sus seguidores: «Sabéis que los
que figuran como jefes de las naciones las dominan y que sus grandes les
imponen su autoridad. No ha de ser así entre vosotros; al contrario, entre
vosotros, el que quiera hacerse grande ha de ser servidor vuestro... » No es ya
el abuso, sino el uso del poder, lo que excluye el evangelio en las relaciones
entre los cristianos. El poder y la autoridad han de ser sustituidos por otros
valores: la igualdad y el servicio: «Al contrario, entre vosotros, el que
quiera hacerse grande ha de ser servidor vuestro, y el que quiera ser el
primero, ha de ser siervo de todos.» Y esto del servicio tiene que ser un
hecho, no un título honorífico más.
A DERECHA E IZQUIERDA
Porque ni
Jesús ni el Padre van a conceder honores a los suyos. Cuando pase el trago que
ha de pasar y sea sumergido en las aguas que han de sumergirlo, en el momento
en el que se coloque sobre él el título de rey, cuando en la cruz lleve hasta
el final su servicio por el rescate y la liberación de todos, en ese momento, a
su derecha y a su izquierda, habrá sólo dos ladrones, compañía que servirá a
los dirigentes para seguir engañando al pueblo, confundiendo a Jesús con un
delincuente más. Pero ninguno de los doce, ninguno de los que pretendían
conseguir tal colocación, estaba allí en aquel momento. De
entre sus seguidores, sólo algunas mujeres, ¡precisamente mujeres!, se habían
atrevido a llegarse por allí, observando lo que sucedía desde lejos...
No podemos
escamotear este mensaje a la humanidad; la Iglesia no puede, de ninguna manera,
esconder a los hombres que Dios nos quiere iguales, hermanos. Y para ello la
Iglesia tiene que eliminar de su interior todo rastro de poder, todo rastro de
dominio y, en consecuencia, todo lo que pueda parecerse, aunque sea de lejos, a
la relación de amo y esclavo, de jefe y súbdito. El respeto a los derechos
humanos en su interior, la igualdad de todos sus miembros -incluidas, claro
está, las mujeres-, aunque los carismas sean distintos, y el estar dispuestos a
pasar el trago de ser considerados reos de muerte por nuestro compromiso
personal y colectivo, con la liberación de todos los hombres sometidos, son
exigencias del mensaje de Jesús de Nazaret.
III
vv.
35-37: Se le acercaron los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le
dijeron: «Maestro, queremos que lo que te pidamos lo hagas por nosotros». El
les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?» Le contestaron ellos: «Concédenos
sentarnos uno a tu derecha y el otro a
tu izquierda el día de tu gloria».
No hay
reacción explícita de los Doce al anuncio de Jesús, pero, por la escena que
sigue, queda patente que les ha resbalado. De hecho, como después del segundo
anuncio de la muerte (9,31), se manifiesta también ahora la ambición del grupo
(cf. 9,34). Santiago y Juan, «los Truenos» (= los autoritarios, 3,17), sin
darse por enterados del anuncio anterior, esperan que Jesús ocupará el trono de
Israel (el día de tu gloria) y, adelantándose al resto del grupo,
solicitan para ellos los primeros puestos en el reino que imaginan.
v. 38: Jesús
les replicó: «No sabéis lo que pedís; ¿sois capaces de pasar el trago que yo
voy a pasar, o de dejaros sumergir por las aguas que me van a sumergir a mi?»
Jesús les
reprocha su ignorancia, que nace de la resistencia a aceptar sus palabras (no
sabéis los que pedís), y les propone otro programa: aceptar una muerte
como la suya (cf. 8,34), expresada con dos figuras; pasar el
trago (lit. « Beber la copa»), que subraya el aspecto de voluntariedad
(activo: «entregarse», cf. 4,29), y ser sumergido por las aguas (lit.
«ser bautizado / sumergido»), que pone de relieve el de inevitabilidad
(pasivo: «ser entregado», cf, 10,34).
vv.
39-40: Le contestaron: «Sí lo somos». Jesús les dijo: «El trago que voy
a pasar yo, lo pasaréis, y las aguas que me van a sumergir a mi os sumergirán a
vosotros; pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi mano concederlo
más que a aquellos para quienes están preparados».
Será la cruz
el lugar donde se proclame la realeza de Jesús (15,26: «el rey de los judíos»),
y los puestos a su derecha y a su izquierda corresponden a los de los
crucificados con él (15,28). Jesús declara no poder asignar esos puestos más
que a aquellos para quienes están preparados, es decir, a
aquellos que, al llegar el momento de la prueba (8,34: «cargar con su cruz»),
respondan con una entrega como la suya. Ocupar esos puestos depende no de
Jesús, sino de los discípulos.
v. 41: Al
oírlo, los otros diez dieron rienda suelta a su indignación contra Santiago y
Juan.
El deseo de
poder y gloria de los dos hermanos hace estallar la indignación de los otros y
causa división en el grupo (cf. 9,50); los diez, por oposición
a «los dos» (35), recuerdan el cisma de las tribus (1 Re 12); la ambición de
algunos rompe la unidad del nuevo Israel.
v. 42: Jesús
los convocó y les dijo: «Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones
las dominan, y que sus grandes les imponen su autoridad».
Jesús toma
como contraste para la conducta en la comunidad a los poderes paganos
absolutos (los jefes de las naciones las dominan); implícitamente
está poniendo en paralelo con éstos el ideal mesiánico de los discípulos. Los
regímenes paganos institucionalizan la absoluta desigualdad entre los hombres,
estableciendo una clase dominante (sus grandes). Conforme a
las expectativas judías, los discípulos conciben un Mesías autoritario y
exigente, tan pernicioso para el hombre como las regímenes paganos que tanto
desprecian. La esencia del poder dominador es la misma en todos los casos.
v.
43: «No ha de ser así entre vosotros; al contrario, entre
vosotros, el que quiera hacerse grande ha de ser servidor vuestro»...
Jesús pone
de relieve el contraste de la nueva comunidad humana (el reino de Dios) con esa
organización social. Excluye terminantemente todo dominio de unos sobre otros:
la grandeza no consiste en pertenecer a una clase dominante, sino que se basa
en el servicio; la ambición (el que quiera ser grande) no
tiene más ámbito que ése (ha de ser servidor vuestro, cf.
9,35); tal debe ser la actitud de todos y cada uno dentro de la comunidad,
actitud que, por ser de todos para con todos, crea la igualdad.
v. 44: ...
«y el que quiera ser primero ha de ser siervo de todos»...
La
denominación siervo/esclavo de todos (primera vez en Mc) alude
a la situación de la humanidad pagana, donde la sociedad legitimaba la
esclavitud (cf. 5,2-20; 7,24-31), y designa a los seguidores de Jesús en cuanto
se ponen voluntariamente junto a los que sufren la opresión de los gobernantes
(42: «las dominan, les hacen sentir su autoridad»); la denominación implica,
pues, la misión entre los paganos y la solidaridad con los oprimidos de todos
los pueblos.
Jesús
caracteriza, por tanto, a sus seguidores como los que, dentro de la comunidad,
son «servidores» (gr. diákonos, el que sirve por amor) y,
respecto a la humanidad, «siervos», termino explícitamente opuesto a toda
concepción pagana de dominio y poder.
v.
45: ... «porque tampoco el Hijo del hombre ha venido para que le
sirvan, sino para servir y para dar la vida en rescate por todos».
Jesús da la
razón de lo anterior (porque). La denominación «el Hijo del
hombre» presenta a Jesús como modelo de la plenitud humana a la que sus
seguidores deben aspirar. En su comunidad, Jesús, el Hombre pleno, no va a ser,
como los dominadores de la tierra y los grandes del mundo, un dueño que reclama
superioridad y exige servicio; al contrario, va a prestar servicio a los
suyos. Y el servicio del Hijo del hombre, el Hombre pleno, se refiere siempre
al crecimiento, a la madurez y plenitud humana de todos.
IV
La
primera lectura de hoy, tomada de la segunda parte del libro de Isaías, nos
habla de la misión del ‘siervo sufriente’, es decir, de aquel redentor del
Pueblo de Dios que ofrece su vida para ver el nacimiento de una nueva
posibilidad, de una nueva descendencia. Este poema nos habla más de esperanza,
de tenacidad y de lucha que de sufrimiento pasivo o resignación. La misión del
siervo del Señor no es ver su cuerpo destrozado, sino servir de puente para las
nuevas generaciones de creyentes que se han de inspirar en su particular estilo
de vida. Por esta razón la “nueva descendencia” no se refiere, ni en el texto
ni en la interpretación cristiana, a los descendientes biológicos, sino a una nueva
generación de personas comprometidas con la Causa de Dios en favor de su
pueblo, el pueblo pobre, dolorido y oprimido.
El Salmo nos
sirve de puente entre la primera y la segunda lectura, al recordarnos que la
Palabra de Dios se identifica por su capacidad para ayudarnos a reconocer la
verdad. Una verdad que no es un asunto metafísico o etéreo, sino la encarnación
del proyecto de Dios en la historia por medio de la justicia y el derecho.
El escrito a
los Hebreos nos insiste en un tema que con frecuencia se nos refunde en la
memoria: la mediación de Jesús para comprender el designio de Dios. Si
prescindimos de él, de lo que él hizo y de lo que él significa para nosotros,
estaremos vaciando al cristianismo de su esencia.
Lucas
evangelista -el gran cronista de la iglesia primitiva cuya memoria como santo
celebramos precisamente hoy- nos ha dejado una obra en dos tomos, de singular
belleza y valor. En su evangelio toma el esquema empleado por los de Marcos y
Mateo, pero remonta la primera etapa de la Pascua para descubrirnos cómo el
Espíritu se cierne sobre su nueva creación y suscita un dinamismo profético que
constituye, congrega y envía al nuevo Pueblo de Dios. El evangelista es
consciente de la imperiosa necesidad de recuperar la memoria de las acciones, palabras
y trayectoria de Jesús. Las jóvenes generaciones se sentían tentadas por un
Jesús que se reducía a una idea, o a una propuesta simpática, pero, aunque esto
era un buen comienzo, hacía necesario ir a la verdadera fuente de esa historia,
que era la vida misma de Jesús en su célebre camino de Galilea a Jerusalén.
Precisamente
una de las enseñanzas de Jesús fue su certera capacidad para develar las
ambiciones de poder que se ocultaban en las intenciones aparentemente más
buenas, como la de marchar con él hacia su destino. Jesús tiene esa gran
capacidad de confrontar a todas las personas, y en el contraluz poner en
evidencia todas esas piruetas que hace la conciencia para evadir la voluntad de
Dios y dejarse arrastrar por los seudo-valores de la cultura vigente que
conducen a la búsqueda desaforada del poder.
El penúltimo
domingo de octubre la Iglesia Católica lo celebra como Domingo Mundial
(«Do-Mund») de las Misiones. Muchos de los católicos mayores recordamos que
cuando fuimos niños salimos, tal día como hoy, a las calles, con una hucha en
las manos, para hacer una cuestación económica en favor de las misiones. En
algunas sociedades muy católicas, aquello formó parte de un paisaje religioso
urbano casi tradicional, que ya desapareció. ¿Se dejó de hacer... simplemente
por pereza, o por descuido? Hoy, que ya tenemos una amplia perspectiva, nos
parece que no sólo han afectado las razones clásicas de la «secularización» de
la sociedad. Hay algo más: también hay razones que se refieren a las mismas
«Misiones».
En un tiempo
como el que vivimos, marcado radicalmente por el pluralismo religioso, y
marcado también, crecientemente, por la teología del pluralismo religioso, el
sentido de lo «misionero» y de la «universalidad cristiana» han cambiado
profundamente. Hasta ahora, en demasiados casos, lo misionero era sinónimo de
«convertir» al cristianismo (al catolicismo concretamente en nuestro caso) a
los «gentiles», y la «universalidad cristiana» era sentida como la centralidad
del cristianismo: nosotros éramos la religión central, la (única) querida por
Dios, y por tanto, la religión-destino de la humanidad. Todos los pueblos
(universalidad) estaban destinados a abandonar su religión ancestral y a
hacerse cristianos (a «convertirse»)... El «proselitismo» estaba justificado;
más, era lo mejor que podíamos hacer por la humanidad: el fin justificaba los
medios.
Todo esto,
lógicamente, ha evolucionado. Comprendemos perfectamente que las religiones y
las culturas (todas, no sólo la nuestra) han vivido, desde sus orígenes, aisladas,
sin sentido de pluralidad. Una especie de «efecto óptico», y, a la vez, una
cierta ley de «psicología evolutiva» humana les ha hecho concebirse a sí mismas
-cada una- como únicas, y como «centrales» (pensando cada una que eran el
centro absoluto de la realidad), igual que cada uno de nosotros, cuando niños,
comenzamos a conocer la realidad a partir de nuestro ego-centramiento
psicológico inevitable, e igual que todos los humanos han pensado que su
tierra, y hasta «el planeta Tierra», eran el centro del mundo y hasta del
cosmos. Sólo con la expansión del conocimiento y con la experiencia de la
pluralidad, las personas, los pueblos y las culturas se dan cuenta de que no
son el centro, sino de que hay otros centros, y son capaces de madurar y de
descentrarse de sí mismas reconociendo la realidad.
Todas las
religiones, no sólo la nuestra, están desafiadas a entrar en esta maduración y
este reconocimiento de una perspectiva panorámica mucho más amplia que aquella
en la que han vivido precisamente «toda» su historia, los varios (aunque pocos)
milenios de su existencia. La religiosidad, la espiritualidad del ser humano,
es mucho más amplia, y mucho más antigua (decenas de milenios al menos) que
cualquiera de nuestras religiones. Dar al tiempo sagrado de nuestra religión la
centralidad y unicidad cósmica y universal decisiva que le solemos dar, tal vez
necesite una reevaluación más ponderada. El pensamiento religioso más sereno y
maduro se inclina cada día más hacia una revalorización generosa hacia las otras
religiones, y a una profundización del sentido de modestia y de pluralismo, que
no es claudicación ante nada, sino apertura de corazón al llamado divino que
hoy sentimos, vibrante y poderoso, hacia una convergencia universal que antes
no acabábamos de captar.
Buen día hoy
para presentar estos desafíos y para profundizarlos en la homilía, en la
reunión de la comunidad, en el grupo de estudio, o en el aula con mis alumnos
si soy profesor. No desaprovechemos la oportunidad para actualizar también
nuestra visión personal en estos temas: hay muchas lecturas (véase, por
ejemplo, en la RELaT -servicioskoinonia.org/relat- no pocos artículos sobre el
tema: en el menú desplegable «selección por materias», escoger «Teología
sistemática - Diálogo de religiones - Pluralismo religioso» y pulsar en «ir»).
Para la
revisión de vida
¿Cómo me
siento afectado por una sociedad en la que se valora ante todo la imagen, el
prestigio, el ser una persona "exitosa", "bien colocada",
con dinero y con poder...? ¿Permanezco firme -junto al Evangelio- en mi
valoración de que el servicio es realmente el valor verdadero, el que da
sentido a nuestra vida?
Para la
reunión de grupo
Si para
Freud el placer sexual era la tentación más fuerte, para Adler, otro gran
psicoanalista, la más fuerte pulsión humana es la voluntad de poder. Jesús, en
el Evangelio, parecería, desde luego, más partidario de Adler que de Freud,
porque en absoluto pareció estar obsesionado por la sexualidad, como todavía
hoy -dicen muchos- una cierta Iglesia parece estar obsesionada. ¿Por qué la
moral cristiana se ha desarrollado mucho menos en el campo de la obligación del
servicio y respecto a la pecaminosidad de la búsqueda del poder, que en campo
del control de la sexualidad? ¿Qué tiene eso de evangélico?
Hoy es el
día de «las misiones»... ¿Qué nos evoca la palabra? ¿Pueden seguir siendo las
misiones lo que fueron? ¿En qué sentido ha cambiado “la misión”? ¿Qué
condiciones tendría que seguir hoy la misión, en este nuevo mundo que ha tomado
conciencia de una pluralidad religiosa insuperable? ¿Se trata de ir a convertir
a los demás a nuestra propia religión? ¿Por qué?
Hacer un
elenco de realidades humanas y sociales en las que observamos el apego al
poder, la búsqueda del mismo... También en la Iglesia.
Para la
oración de los fieles
Por los que
rigen los gobiernos de nuestros países, en esta época de la que se dice que es
de "corrupción a todos los niveles"; para que la participación
ciudadana presione adecuadamente para conseguir la superación de la situación
actual, roguemos al Señor.
Para que en
la comunidad cristiana y en la Iglesia como tal no se repita el caso de los
hijos de Zebedeo, para quienes su madre buscaba los puestos de poder...
Para que los
cristianos colaboremos a articular una nueva forma de organización mundial de
las naciones, de forma que el gobierno del mundo -que actualmente está en manos
de las grandes transnacionales del poder y del dinero- pase a estar en manos de
la sociedad civil participativa...
Por todas
las Eucaristías que celebramos, para que sean verdaderamente la cena del Señor,
y no rito vacío, adorno de festividades o rito cumplido por obligación...
Por esta
comunidad nuestra, para que, a ejemplo de Jesús, sepamos partirnos y
repartirnos entre cuantos nos rodean y pasan necesidad...
Oración comunitaria
Dios
Padre nuestro, que en Jesús has desplegado para nosotros el prototipo de lo que
es una existencia humana totalmente volcada al servicio, incluso anónimo y
desinteresado. Te pedimos que nuestro ser cristianos nos lleve a imitar a Jesús
profundamente en esta actitud fundamental. Por Jesucristo tu Hijo nuestro
Señor.
Estos comentarios están
tomados de diversos libros, editados por Ediciones El Almendro de Córdoba, a
saber:
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
- Jesús Peláez: La otra lectura de los Evangelios, I y II. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Rafael García Avilés: Llamados a ser libres. No la ley, sino el hombre. Ciclo A,B,C. Ediciones El Almendro, Córdoba.
- Juan Mateos y Fernando Camacho: Marcos. Texto y comentario. Ediciones El Almendro.
- Juan. Texto y comentario. Ediciones El Almendro. Más información sobre estos libros en www.elalmendro.org
- El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad, Madrid.
Acompaña siempre otro comentario tomado de la Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica: Diario bíblico
No hay comentarios:
Publicar un comentario