SEÑORA DE MÍ MISMA
ALHAMA 1801
Año: 1801.
Dirigida a un pretendiente: Francisco Ramos.
“Sr. D. Francisco Ramos
Muy señor mío, siento
tener que manifestar mis ingenuos sentimientos acerca de sus solicitudes: ¡cuántas
desazones he sufrido desde que usted comenzó a hacérmelas!; ahora que me
conceptuaba exenta de ellas veo que me he equivocado, a mi pesar, pero como ni mi
ánimo ni mi carácter puede ser otro que el de tratar las cosas con verdad e
ingenuidad, me veo forzada a tener que poner la pluma en este negocio para, por
este medio, desengañar a vuestra meced y darle las justas y debidas gracias de
la memoria, que de mí ha hecho el alto
concepto en que me ha tenido, y tiene. No pienso que sea capaz este hecho, que
hago, de hacerme caer de su gente honrada, en cuya clase contemplo a vuestra
merced. Su (…) y demás y si otra cosa hiciese, sí podría acarrearme los mayores
disgustos. En esta inteligencia, debo manifestarle a V.m. que la comisión de mi
tío no fue el ajustar capitulación (de matrimonio), ni ésta se la pude dar yo
por ser como soy señora de mí misma para hacerlo en el caso que me acordase, y
que, por consiguiente, no me hallo obligada a pasar ni estar por ninguna cosa
de cuantas haya hecho como ejecutadas sin mi conocimiento; que yo me he mirado,
y remirado en ello, y que por ningún concepto me acomoda, ni con capitulación
ni sin ella; que no es regular que por mi causa se deshaga una casa, que junta,
y con la ayuda de vuestra merced puede hacer los mayores progresos en fortuna y
en una palabra que estoy firmemente resuelta a cortar de un todo este negocio
antes que llegue a formalizarse nada. Bajo este supuesto otras señoras de mucho
y aún más mérito que el mío hay en el pueblo; más ricas que yo, que mi caudal
es nada; éstas pueden acomodar a vuestra merced más, y le suplico que si es
cierto que me tiene alguna estimación no se empeñe en perturbar mi felicidad,
que la encuentro en el centro de mi casa y al lado de una tía (Agustina Zamora)
que me acompaña y rodeada de mi familia, que me sirven con anhelo y de otra
forma no puedo ser feliz; siento tener que manifestar a vuestra merced esto,
pero me precisa desengañarle, que no puede tener efecto lo que solicita.
Yo
estoy sumamente agradecida a los favores que le merezco, relativos al concepto
que de mí ha formado; puede vuestra merced así creerlo; siempre lo diré pero
también que no puede ser lo que vuestra merced quiere porque no lo permiten las
circunstancias, y no ser gusto mío, y no siéndolo, no me he de exponer a vivir tal vida que Dios me dé en guerra sin haber
necesidad de ello y así, por último favor que se ha de servir dispensarme, será
el que sobre el particular no inste ni se moleste; en otra cosa puede mandar a
su servidora”.
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